Luego de tres décadas de guerra y un desarrollo urbano anárquico, muchas calles de Kabul no tienen ni nombre ni numeración, lo que obliga a los carteros a transformarse en verdaderos detectives.
En una antigua bicicleta, Mohamad Rahim hace su recorrido por las escarpadas calles de la capital de Afganistán. Con diez años de experiencia, ni las direcciones más enigmáticas lo amedrentan. “Esta es una carta para un hombre que vive cerca de la casa de un tal Dr. Hashmat” -dice Rahim, de 46 años- y como no conozco esta dirección, tendré que encontrar la forma de saber dónde es”.
Rahim tiene algunos indicios: el nombre del destinatario, el hecho de que vive cerca de un médico e instrucciones al dorso del sobre que indican: “Colina Kart-e-Sakhi, detrás del Ministerio de Agricultura”: pistas firmes, pero insuficientes.
Por lo que Mohamad ‘Sherlock’ Rahim iniciará su investigación interrogando a los vecinos. “Hermano, ¿sabes dónde es la casa del doctor Hashmat?”, pregunta a un comerciante. “Subes la colina y giras a la derecha”, le responde.
Rahim monta en su bicicleta y sigue la indicación. La pista es caliente: “Gira a la derecha, es la tercera casa a la izquierda”. El cartero ingresa en un camino polvoriento, cubierto de piedras y basura. La cuesta empinada lo obliga a bajarse de la bicicleta y pocos metros más adelante, encuentra la casa. La esposa del destinatario, una mujer de unos 40 años, recibe la carta en la puerta… ¡Misión cumplida!
Un salario de 90 dólares por mes
La capital afgana se encuentra desde hace algunos años en plena metamorfosis: su población creció fuertemente debido a la ola de personas que llegan buscando trabajo o huyendo de la violencia, y alcanzó los cinco millones de habitantes. La consecuencia: muchas construcciones surgieron en cualquier lugar de la ciudad, muchas veces incluso sin permiso.
Pero el calvario de los carteros podría tener fin: hace algunas semanas el Ministerio de Comunicaciones cerró un acuerdo con la municipalidad para poner en práctica un nuevo sistema de direcciones.
Las calles y las casas deberán ser registradas, numeradas e identificadas en un mapa, gracias a un dispositivo de geolocalización satelital. Completar el proyecto tomará dos años y el gobierno espera extenderlo a otras ciudades.
Khan Agha, otro cartero de 42 años, espera impaciente por esta mejora, ya que actualmente la disposición caótica de las calles hace de la distribución del correo “el trabajo más difícil del mundo. Una vez que sea puesto en práctica, podremos hacer nuestro trabajo más fácilmente”, asegura.
Con 900 carteros en el país, 100 en la capital, la mejora tecnológica podría ayudar a que nuevos carteros aceptaran de mayor gana los bajos salarios. Agha gana unos 90 dólares por mes, con lo que apenas puede alimentar a su familia compuesta por ocho personas.
Antes de comenzar su jornada, este exsoldado, todavía incómodo por la bala recibida detrás de su cabeza y que “salió por la cuenca del ojo derecho”, debe encontrar las cartas que corresponden a su sector en una enorme pila en el piso.
A veces, “un número de teléfono en el dorso del sobre puede ayudar. Llamamos al destinatario, que nos dice dónde se encuentra”, agrega Agha, cartero desde hace 22 años.
“Debemos entregar esta carta a la señora Bárbara. Viene de Alemania”, cuenta. Y como muchas veces, el sobre sólo indica el barrio, sin calle ni número, una nueva investigación comienza.
Fuente: El Tiempo (Colombia)
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