El periodista relató la inusual situación que vivió en la autopista cuando un grupo de jóvenes se le acercó con intenciones non sanctas.
Por suerte, el final de la historia terminó convirtiendo la penosa circunstancia en una anécdota insólita. Luis Novaresio transitaba la ruta camino a Rosario cuando luego de pasar el peaje a la altura de General Lagos, un piquete de unas veinte personas lo obligó a tomar un camino paralelo.
Allí, un grupo de jóvenes se acercó a su auto con intención de robarle, pero lo reconocieron y… ¡terminaron pidiéndole una foto! Novaresio relató el insólito desenlace en su blog personal y lo compartió en Twitter. Mirá algunos extractos de su nota, "Mi foto con un chorro":
Serían también unos diez los adolescentes con buzos de color gris oscuro y capucha al tono los que se cruzaron delante de nosotros. ‘Hacele el celular al del autito blanco’, gritó uno. Nunca me gustaron los coches claros, le dije al señor de la concesionaria cuando compré el mío. Cuando uno de los pibes (con suerte, 15 años) estuvo al lado mío, me miró a los ojos y antes de pedirme el teléfono se detuvo. ‘Luján. Es el de la tele‘. El otro ni lo escuchó, preocupado por encontrar algo de valor en el resto de los autos. Serían las 6 de la tarde cuando agradecí que a los 30 años cambié los tribunales de Rosario por las redacciones de los medios electrónicos de mi ciudad. Luego, sin más, me dijo: ‘¿Me da 10 pesitos, don, y nos sacamos una fotito de recuerdo?’.
Tenía a mano un billete de 20 del vuelto del café y la gaseosa pagada en la estación de servicio de Río Tala. La foto la sacó con su celular y me cruzó el brazo por mi hombro metiendo medio cuerpo en mi autito blanco. No recuerdo haber sonreído a pesar de que instintivamente pensé en la palabra ‘whisky’. Cuando el fotógrafo accidental se fue para el lado del otro auto abordado por Luján puse primera, corroboré que mi vieja Blackberry seguía en el asiento del acompañante y manejé por 40 minutos entre la nada acompañado por una caravana de giles que estábamos perdidos y asustados. El destino quiso ponernos en un camino paralelo a la avenida Cirvunvalación de Rosario a la que subimos trepando por otro declive de pasto.
Recién ahí vi al primer patrullero de la policía al que pensé contarle lo sucedido. Supe que no valía la pena. Me iban a decir que todo lo vivido era apenas una sensación.
Fuente: Clarín (Argentina)
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