Un enfermero de 49 años, identificado como Mateo Moreno, inventó una historia propia de una novela para justificar ante su familia haber perdido todo su sueldo -$3.200- en una agitada y extensa jornada en el casino Golden Dreams, en Salta.
El hombre, que había salido en horas de la mañana de su casa y había retirado efectivo por ventanilla desde la sede central del Banco Macro, apareció cerca de las 23 en la Comisaría 2 para denunciar haber sido víctima de tres sujetos con aspecto de patovicas, quienes lo habían interceptado, a eso de las 14, en la peatonal Florida, poco antes de llegar a la avenida San Martín.
Haciendo uso de una capacidad histriónica e inventiva relativa, ya que los efectivos que escucharon su relato entraron en dudas, Moreno contó que el supuesto trío “todos enormes y musculosos”, le habían hecho una encerrona. “Dos se me pusieron a los costados y un tercero detrás, quien me puso algo que parecía ser el cañón de un arma de fuego en la espalda”.
Luego añadió que “ese que yo no podía ver bien me ordenó al oído: “caminá despacito ñañito; no te hagás el vivo o te quemo aquí mismo’”.
El espeluznante cuento, que era escuchado con escepticismo por los policías ya que jamás habían escuchado una modalidad de robo ni salidera similar, continuó con más detalles poco creíbles. “Me llevaron hasta un estacionamiento situado en avenida San Martín, frente al Mercado San Miguel, donde me subieron a un Chevrolet Corsa rojo. Una vez allí me dieron dos pastillas y arrancaron. A los 10 minutos estaba dormido y tres horas después desperté bajo un árbol en San Lorenzo, desde donde -dijo- volví a pie, medio atontado por la droga que me hicieron tomar”.
El impactante relato del enfermero, que vive en el barrio El Círculo III, hizo que también intervinieran en la pesquisa, además de los detectives de la Comisaría 2, los expertos sabuesos de la Brigada de Investigaciones, los que no demoraron en hacer averiguaciones clave: que el Corsa rojo jamás había existido ya que no había registro de ningún vehículo similar y menos, que hubiese sido vistos en las playas de estacionamiento de la avenida San Martín, tres hombres de aspecto gigantesco con características físicas propias de patovicas.
Luego y con esos datos y con los detalles fisonómicos de Moreno, hicieron un raid por las salas de juego de la zona, empezando por el casino Golden Dreams, donde no fue difícil averiguar que un hombre muy parecido a la supuesta víctima, había estado perdiendo sin solución de continuidad en los salones del establecimiento.
Con el back ground recogido en la sucesión de entrevistas, los pesquisas re-interrogaron al enfermero, quien entró en un mar de contradicciones y tras una catarata de repreguntas, terminó confesando, en medio de una explosión de sollozos, que había inventado la historia para no ser descubierto por sus familiares.
Luego y ya con las cosas esclarecidas, contó que había arrojado parte de las pertenencias que le faltaban en la zona de Castellanos.
Los policías concurrieron hasta el lugar indicado y descubrieron que, efectivamente, los elementos de Moreno, sí estaban allí, tirados.
Fuente: Crónica (Argentina)
Haciendo uso de una capacidad histriónica e inventiva relativa, ya que los efectivos que escucharon su relato entraron en dudas, Moreno contó que el supuesto trío “todos enormes y musculosos”, le habían hecho una encerrona. “Dos se me pusieron a los costados y un tercero detrás, quien me puso algo que parecía ser el cañón de un arma de fuego en la espalda”.
Luego añadió que “ese que yo no podía ver bien me ordenó al oído: “caminá despacito ñañito; no te hagás el vivo o te quemo aquí mismo’”.
El espeluznante cuento, que era escuchado con escepticismo por los policías ya que jamás habían escuchado una modalidad de robo ni salidera similar, continuó con más detalles poco creíbles. “Me llevaron hasta un estacionamiento situado en avenida San Martín, frente al Mercado San Miguel, donde me subieron a un Chevrolet Corsa rojo. Una vez allí me dieron dos pastillas y arrancaron. A los 10 minutos estaba dormido y tres horas después desperté bajo un árbol en San Lorenzo, desde donde -dijo- volví a pie, medio atontado por la droga que me hicieron tomar”.
El impactante relato del enfermero, que vive en el barrio El Círculo III, hizo que también intervinieran en la pesquisa, además de los detectives de la Comisaría 2, los expertos sabuesos de la Brigada de Investigaciones, los que no demoraron en hacer averiguaciones clave: que el Corsa rojo jamás había existido ya que no había registro de ningún vehículo similar y menos, que hubiese sido vistos en las playas de estacionamiento de la avenida San Martín, tres hombres de aspecto gigantesco con características físicas propias de patovicas.
Luego y con esos datos y con los detalles fisonómicos de Moreno, hicieron un raid por las salas de juego de la zona, empezando por el casino Golden Dreams, donde no fue difícil averiguar que un hombre muy parecido a la supuesta víctima, había estado perdiendo sin solución de continuidad en los salones del establecimiento.
Con el back ground recogido en la sucesión de entrevistas, los pesquisas re-interrogaron al enfermero, quien entró en un mar de contradicciones y tras una catarata de repreguntas, terminó confesando, en medio de una explosión de sollozos, que había inventado la historia para no ser descubierto por sus familiares.
Luego y ya con las cosas esclarecidas, contó que había arrojado parte de las pertenencias que le faltaban en la zona de Castellanos.
Los policías concurrieron hasta el lugar indicado y descubrieron que, efectivamente, los elementos de Moreno, sí estaban allí, tirados.
Fuente: Crónica (Argentina)
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